Ceremoniales

Qué deporte efímero es el tenis cuando quiere. Una antesala de añares, casi siempre iniciada en la infancia, para soñar con una carrera profesional, a la semejanza de otros deportistas, no muy extensa. Eso sí, si se tiene el privilegio de alcanzar ese «mainstream».

Pero este fin de semana en el Buenos Aires Lawn Tennis (BALTC) fue tiempo de transformar lo pasajero de una era en mítica perdurable. Fue tiempo de disfrute para La Legión, el regreso. El elenco, una line up de aquellas: Franco Squillari, Juan Ignacio Chela, Gastón Gaudio, José Acasuso, Mariano Puerta, Guillermo Cañas, Agustín Calleri,  y Martín Vassallo Argüello (reemplazante de Mariano Zabaleta, lesionado en la rodilla).

legion

PH: La Legion by Peugeot.

Todos reunidos bajo la idea de disfrutarse y reconocerse como parte de algo más grande que cada uno por separado. Para compartir, de nuevo, como cuando eran pros, el vinculo que renovó la salud de nuestro tenis en el estado crítico post 80s .

La Legión exuda bastante de esa cualidad construida. La de ser una ceremonia del buen recuerdo sin nunca habérselo propuesto. Antes, durante y después de su impronta fue forjando la sensación de cofradía poco acostumbrada dentro de un ambiente obviamente individual,  muy ajeno al sentimiento colectivo. Identidad grupal que, por cierto, el público se niega a dejar ir. Y hasta vive buscando en sus hoy jóvenes descendientes. Midiendo lo próximo en esa vara más que en ninguna otra del extenso recorrido del tenis argentino.

Reflexiones de esos por qué no faltaron. Bien clarito, Chela pronunció una en la presser del día 1: «No sé por qué salimos. Siempre nos lo preguntamos cuando estábamos jugando. Nunca tuve la respuesta. Fuimos compitiendo entre nosotros. Veías al de al lado que le ganaba a un torneo o a un buen jugador y sentías `yo también puedo´».

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Chelita pensativo. Personaje, sin dudas. Pero también analista certero de sí y su época.

Huellas de personalidad tampoco escatimaron.  Algunas como la acidez honestísima de un Gaudio jugosa y auténticamente  sarcástico. Calleri y su potencia samprística (que incluso el mismo Sampras sufrió alguna vez en Flushing Meadows).  O aquella zurda referescante de Squillari las mañanas argentinas de mayo del 2000 cuando brillaba en París. Cada uno nos retrotrajo, aunque sea por instantes, a esos lugares.

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Squillari impactando su recordada zurda.

Para los que crecieron y redescubrieron el deporte a finales de los 90s y principios de los 2000s, la exhibición los reconectó con cierta dimensión espaciotemporal. «Gato», «Willy» son vocabulario todavía activo de una generación de seguidores que guardan consigo un imaginario resistente al paso de los años y retiros. El «casi me perdí un parcial por pispear Rolanga en el buffet de la facu» es un estamento de ejemplo que varios habrán compartido al ver algún golpe o reacción característica en cualquiera de ellos.

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Il Gatone, todo risas en la conferencia.

Quienes no, en su enorme mayoría los chicos de escuelitas, pudieron tener al menos una aproximación, un atisbo de respuesta a qué es eso que llamamos Legión. Que, impacientes, los esperaran cuando los legionarios asomaban las puertas/cortinas de prensa, lo grafica.  Misión cumplida entonces.

La trova de la raqueta albiceleste (que continuará en Cariló, una ciudad del Interior y, de nuevo, Buenos Aires) tuvo como ganador al Gran Torino que se permitió uno de sus dibujos tuiteros al aceptar el premio: «Jaite, Chela es argentino». Campeón a motivos formales, por supuesto. Porque la victoria y su sabor para estos ceremoniales erradica el matiz solo resultadista de la cita. La resignifica con el guiño amigable de haber construido algo tan simbólico como tangible.

Por Sebastián Capristo

Agradecimientos a Luciano E. Giliberti.

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See u in Cariló.

Fotos del evento en nuestra página de Facebook.

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